domingo, 17 de abril de 2011

¿Es libre el individuo en sociedad? El punto de vista existencialista.

  La libertad del individuo en sociedad dentro de la perspectiva existencialista tiene cabida, es decir existe. El libro Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social, de Simone Weil, es un claro exponente de esta perspectiva y sobre él nos apoyaremos y referiremos para explicar la existencia de tal libertad, así como en Sartre y su El existencialismo es un humanismo.

  Hay que empezar señalando que según el existencialismo la libertad de los individuos existe, y que la existencia precede a la esencia. Esto quiere decir que el hombre existe, y que se configuraría su esencia a través de sus actos posteriores, los cuales el hombre ha elegido llevar a cabo. Se opone a las filosofías que dan preferencia a la esencia, a una naturaleza humana, como es el caso de Kant.


   A pesar de que al existencialismo se asocia un cierto pesimismo, como el que se refleja al principio del libro de Weil, hay que entender su contexto: el auge de los fascismos en Europa. Parece un marco curioso para que en él se desarrollen ideas a favor de la existencia de la libertad de los individuos. Weil subraya ya desde el principio que entre los individuos existe opresión, e históricamente podemos observar como esta época en la que ascienden los fascismos es a su vez, el periodo de descenso de los movimientos obreros. Por ello nos centraremos en gran medida en relacionar la opresión con la explotación laboral y la existencia de clases dominantes y dominadas.

   También se ha asociado el pesimismo al existencialismo por sus afirmaciones como “el hombre es angustia”, pero realmente esto quiere decir que, al ser el hombre mismo quien elige sus actos, se conforma a él como hombre y como forma parte de la humanidad, está eligiendo también cómo será esta. La subjetividad a la hora de actuar no deja de crear consecuencias dentro de la sociedad, no hay que olvidar cómo actúan los demás individuos dentro de ella. Por tanto, el existencialismo no es pesimista, sino más bien muy optimista, por       que otorga a cada individuo la posibilidad de cambiar con sus actos, y no la confiere a ningún Dios, ni a las fuerzas productivas, etc.

   Una de las premisas existencialistas es que el hombre está condenado a ser libre. Con una lectura de Weil podemos pensar que la libertad existe pero es obstaculizada para los individuos. Cada uno de los individuos de la sociedad es opresor u oprimido, lo que conlleva a una continua relación entre unos y otros que hace que se perpetúe su papel. El marxismo ha jugado un papel muy importante con su desarrollo de una teoría sobre la opresión de las clases, pero parece que ha dejado de lado la opresión que sufren de los individuos que conforman cada clase, pues también dentro de las clases hay opresión. Por tanto, contamos con esta doble opresión al individuo por parte de la sociedad, la que se le impone por individuos de una clase dominante y la que le imponen otros individuos de su misma clase. Las clases no oprimen, sino los individuos que las conforman.

  La opresión en el trabajo y en el entorno social
  
   La opresión del individuo por otros pertenecientes a una clase dominante se produce en el trabajo. El trabajo es el ámbito principal del individuo donde se encuentra oprimido, porque se ve obligado a trabajar, antes o después para formar parte de la sociedad y no quedar desligado de ella al no tener  un vínculo en el que le ofrece su fuerza productiva y recibe algo material. El factor industrial ha sido el eje en el que giran todos los individuos en las distintas sociedades, a través de una relación de dependencia.

   La opresión que genera el trabajo conduce a una relación entre sujeto y objeto en la que el sujeto se siente parte del objeto, es una cosificación de los individuos. Los individuos que trabajan de forma oprimida pierden parte de su identidad como personas, pierden libertad y se ponen en el lugar de la máquina con la que trabajan. El obrero se convierte en una parte de la maquinaria, y adquiere  el mismo estatus que ésta para aquel que oprime, perpetuando una conciencia que crea clases. La libertad existe pero es cedida de forma más o menos obligada a cambio de un progreso material al que accede el individuo. Esta es la opresión que un individuo puede encontrar en el trabajo.

   Pero no es la única, ya que aunque el trabajo forme parte del entorno social en el que el individuo en sociedad se desenvuelve, hay otros ámbitos que le restan libertad, son los aparatos del Estado burocrático, policial y militar. El individuo posee libertad de actuación que se ve limitada por ellos. La opresión estatal se basa en la existencia de estos aparatos, como describió Marx. El Estado dirige y ejecuta, como dice Weil, a través de estos y entabla una lucha por el poder -aunque ya lo posea, como explicaremos más adelante-.

   El maquinismo, a través de sus etapas ha ido sustituyendo el esfuerzo humano, lo que parece generar una dependencia del hombre hacia ellas. Pero esto es descartado desde una perspectiva existencialista, porque hay trabajos que la máquina no puede realizar y que siguen necesitando del hombre. Las máquinas liberarían al hombre de lo más tedioso de la producción, pero el problema es que están en manos de un tipo de organización de la economía que es opresora, porque obliga a los individuos a trabajar en situaciones pésimas. Aunque a pesar de que obligue, aceptar la opresión o no está en la mano de cada individuo.


   Crítica al materialismo

    En su libro, Weil a pesar de apoyar gran parte del análisis que lleva a cabo el marxismo sobre la opresión, critica que la libertad del hombre en una sociedad democrática llegue a gestarse a través de una opresión provisional. Esto es lo que hace que la URSS y otros regímenes similares no hayan alcanzado el objetivo de la libertad de los individuos, pues el Estado oprime a pesar de llevar la etiqueta que lleve y se mantiene en constante lucha por el poder para no perderlo. Si un Estado pierde el poder puede ser dominado y por tanto dirigido por otro Estado.

   El espíritu absoluto de Hegel influyó a Marx, la idea de progreso de Marx influye sobre la mejora de lo material, pero la mejora de lo material se consigue en estos casos a través de la cosificación antes descrita de los individuos. El progreso material se impone a la libertad de acción y elección de las personas, reduciendo su papel dentro de la sociedad a la de productores.

   El existencialismo ha sido acusado de un “quietismo”, esto quiere decir, de una actitud que no intenta cambiar nada. Pero como ya hemos señalado anteriormente esto no es así, pues el hombre es el creador de su destino, y dado que el materialismo atribuye todo progreso a un conjunto de fuerzas y desecha la acción individual, el existencialismo ha sido criticado muchas veces de burgués, cuando es todo lo contrario. Es el materialismo el que descarta la idea de revolución, las instituciones son imparables y el individuo sólo frente a ellas no puede cambiar nada, esto mismo ocurre con el marxismo, que no propone más que una falsa revolución, es una esperanza más a la que los individuos se aferran desestimando así su capacidad de actuar y llevar ellos mismos a cabo una verdadera revolución. La revolución requiere la abolición de la opresión social.

   La libertad del individuo se logra captándose a sí mismo, es decir, captando su existencia. Es un “pienso, luego soy”. A través de la captación de uno mismo se llega a la verdad, sin necesidad de intermediarios, como los que pone el marxismo. El materialismo concibe al hombre como un objeto, pues tendría unas reacciones determinadas ya, llevando a una indiferenciación de lo material y lo humano. Antes habíamos expuesto que la opresión laboral consiste en una cosificación del sujeto, y precisamente es esto a lo que conduce el marxismo. Para el materialismo, hay que actuar en base a unas condiciones materiales, que determinan nuestras posibilidades de acción, los cambios que se realicen en la naturaleza y en la sociedad son materiales, mientras que el existencialismo no ve limitada por una determinación material la posibilidad de actuación del individuo en la sociedad.


La elección humana y el progreso social.

   El progreso de cualquier sociedad se fundamenta en las acciones que cada individuo que la compone lleva a cabo, es decir en las decisiones que efectúa. Si bien es cierto que no todos los hombres tienen las mismas voluntades,  es decir no hay una naturaleza humana, sí hay una condición humana. Con condición humana quiere decirse algo que comparten los humanos, unos límites a priori, que la mera existencia concede, como un medio social, estar en el mundo, etc. Pero estos límites, a pesar de ser dados a priori requieren ser vividos por los individuos porque si no el individuo no decide libremente nada en ellos.

   Los individuos pueden comprenderse entre sí, se relacionan con las cosas y entre ellos. El subjetivismo del que hemos hablado no es al modo de Descartes, sino que los individuos pueden conocer aquello que piensa otro. El subjetivismo existencialista alude a la capacidad decisoria de cada individuo, pero no descarta que haya una intersubjetividad. Weil decía que el progreso social se logra aunando la buena voluntad de los individuos. Mientras Sartre, no creía en el progreso social, ya que el problema de la opresión sigue siendo el mismo desde las sociedades esclavistas hasta hoy. El problema de la opresión se basa en no querer responsabilizarnos ni tomarnos como verdaderos autores de nuestras acciones, desarrollaremos esto más adelante.

  Simone Weil realizó en su libro un detallado análisis de la opresión que sufren los individuos y dijo que los obreros viven en una opresión de la que a veces no se dan ni cuenta, por lo que propone una especie de reformismo revolucionario, de aquí surge su idea de progreso social. Consistiría en mejorar, a través de los esfuerzos conjuntos, la sociedad. A través de esta mejora se crearían condiciones óptimas para desarrollar una conciencia de la opresión existente, que haría que cada individuo, al ser responsable de lo que sufre, actuara contra ello ya de una forma consciente.

   De nuevo en este punto encontramos una oposición con el marxismo, pues esta doctrina aseguraba que los obreros no eran conscientes de su explotación, y que por ello había que guiarles hacia la revolución. La revolución estaría organizada por unas élites intelectuales que conducirían al pueblo -es decir, al conjunto de los individuos que sufren opresión-  hacia una sociedad reestructurada, pero sin dejar a los individuos una capacidad de acción y decisión plena sobre sus vidas, sino estableciendo un poder temporal que sigue generando opresión. Incluso el propio Marx dijo que el Estado, lo ejerciera quien fuese, iba a causar también opresión.

   Parece que en una sociedad con formas de producción superiores, la opresión de la naturaleza sobre el individuo ha sido, si no aniquilada, reducida y controlada por este. En este tipo de sociedades parece que hay un mayor grado de libre elección, de decisión y de capacidad de iniciativa. Por lo tanto, lo que queda en estas sociedades es la opresión de la naturaleza por el hombre y del hombre por el hombre. Esta última opresión procedería de unas condiciones objetivas, como los privilegios, que llevan a la obediencia al guardar un esquema jerárquico.

   Por tanto, el progreso social es responsabilidad de los individuos de tal sociedad. Las elecciones de cada hombre siempre afectarán al conjunto de la sociedad, por ejemplo, decidir incluso cosas aparentemente tan triviales como si comprar un coche, hacerse vegetariano, o militar en un colectivo, realmente afecta a la vida de los demás. Es cierto que en principio afectará más a aquellos que más cerca tenemos, pero también puede afectar a una industria, al medio ambiente, etc. La elección es libre, pero esto no significa elegir lo que a cada cual le parezca oportuno. No puede decirse a priori lo que hay que hacer, pero cada hombre al elegir también elige una moral, hay un compromiso con sus acciones.

   Es claro que cada elección conlleva unas consecuencias, incluso aquél que elige no hacer nada está eligiendo, es decir, cada acto posible desarrolla unas consecuencias que el individuo elige ser responsable de ellas. Pongamos el ejemplo de no hacer nada ante una enfermedad, con ello sabemos qué elección se ha tomado: preferir la muerte, una curación más lenta, etc. Pero quien elige esto lo hace libremente. Sartre señala que en la moral también hay invención y creatividad, pero en cualquier caso se sigue una moral, lo que ocurre es que no está dada de antemano.

   Podemos aquí señalar el contraste del existencialismo con los determinismos. Si el existencialismo hace recaer la libertad de elección sobre el individuo, que es consciente, el determinismo biológico diría que realmente no es el individuo consciente quien elige, no habría elección. Con ello, se corre el riesgo de eliminar la libertad y la voluntad de los individuos, que no responderían a una toma de decisión, si no a un estímulo corporal que les lleva a hacer una cosa ya determinada.

   Pero desde el existencialismo esto es imposible: si el hombre se crea a través de sus actos y, si ni siquiera porque haya llevado a cabo unas acciones en el pasado podemos determinar cuáles realizará en un futuro y por tanto cómo será ese individuo, el hombre que no tiene voluntad y que cada una de sus elecciones está destinada y no elegida, carece de esencia realmente. Sólo tiene una existencia que es como la de un ser inerte, las alegrías, las penas, los delitos, los actos heroicos no son más que el fruto de su constitución biológica.

   En el existencialismo el individuo elige y es responsable no sólo de sí mismo, sino de los demás. No puede criticarse a un hombre que ha elegido con plena lucidez y barajando las posibilidades,  pero podemos juzgar aquellas elecciones fundadas en la falsedad y en la ignorancia. Elegir algo que se sabe que es falso es elegir, como dice Sartre, a mala fe. Esta forma de elección hace que el libre compromismo que tenemos con el resto de individuos y con nosotros mismos quede oculto, y un hombre no puede desear otra cosa que su libertad, por lo que está en contradicción consigo mismo y en nada le beneficia.

   Pero la responsabilidad de los actos realizados no existiría dentro del determinismo biológico, los actos perversos y dañinos no habrían sido premeditados ni decididos, sino llevados a cabo involuntariamente. Esto choca frontalmente con la idea existencialista de la responsabilidad de los actos.

   Las elecciones, en tanto libres que son por parte del  sujeto que las decide, con su consciencia, reflexión y responsabilidad, persiguen un fin y el fin principal de cada elección es la libertad. Al estar comprometidos con el resto de la sociedad, buscar mi libertad a través de mis elecciones, será buscar también la libertad de los otros. Así, mi libertad y la libertad de los demás es un fin para mí.


      El hombre y la humanidad

   Tras todo lo expuesto anteriormente, llegamos a ver que para que el hombre se realice en libertad, es decir, para que sus actos sean libres, debe pensar. En un esquema social jerarquizado no pueden formarse individuos libres, pues éstos no piensan, ni los trabajadores ni los dirigentes. La ausencia de pensamiento libre -que es a lo que nos referimos con “no piensan”-  suele llevar a las sociedades al implantamiento de fascismos. Esto no es al revés, porque los individuos a pesar de “no pensar” son los responsables de sus actos y de lo que conllevarán.

   Weil señala en su obra que quienes quieran respetar la dignidad humana en una sociedad de desigualdad y opresión tienen que “aprovechar todas las ocasiones para despertar un poco el pensamiento.” Cuantas más oportunidades de pensar y actuar libremente tengamos, la vida será más humana, esto es, más digna. Como ya hemos dicho varias veces, un individuo es responsable de aquello que hace porque repercute al resto de la humanidad, por tanto, también es responsabilidad de cada individuo hacer que otros piensen. Con esto queremos decir que piensen sin prejuicios que la opresión ha creado.

   A lo largo de la historia el pensamiento ha estado subordinado a los mecanismos de opresión, y se da más relevancia a los símbolos como la moneda, las palabras, que a lo que verdaderamente representan.

   El individuo que se realiza a sí mismo persigue fines trascendentales, en el sentido de unir las diferentes subjetividades, porque el hombre no vive aislado, sino relacionado con otros. Puede parecer contradictorio que el existencialismo remarque la subjetividad y además el compromiso con los demás a través de nuestros actos, pero es totalmente coherente porque se trata de una subjetividad apoyada en un pensamiento libre.  Sartre llama a esto humanismo existencialista, y rechaza el humanismo que ensalza a la humanidad basándose en sus acciones más destacadas, que anula el pensamiento libre y diferente, es un humanismo que toma al hombre como fin supremo.

   Esta clase de humanismo habría desterrado a Dios para colocar al hombre en su lugar y si nos damos cuenta es lo que sucede en el presente. Se dice que el hombre es asombroso porque ha creado los aviones, desarrollado múltiples ciencias y subyugado a la naturaleza,  todas estas acciones crean una falsa idea de superioridad, que ha sido el fundamento de todo fascismo: la idea de raza, ensalzar al conjunto de hombres pertinentes según sus acciones para que sirvan de guía al resto de individuos. He aquí el problema: seguir buscando un guía exterior al propio individuo, en oposición con el existencialismo, que recalca la importancia de encontrarse a sí mismo para ser el guía de nuestras acciones.

   Hay que rechazar la subordinación del individuo al resto de la colectividad, y pensar en formas de organización social en las que el individuo no dependa de ésta, sino que recíprocamente se sirvan uno de la otra, esto es que todos los individuos conciban que su libertad se extiende con la del otro, no que se limita.

   Por todo ello, una sociedad sin opresión por parte de esta sobre el individuo garantizará que sus  actos sean plenamente conscientes y libres.



Concluimos, entonces, que el hombre a pesar de vivir en opresión y de que esta opresión haga que no piense libremente, es libre, pues su capacidad de elección puede verse afectada por factores opresivos, pero sigue existiendo. Que el hombre viva de esta forma no le exime de su responsabilidad a la hora de llevar a cabo sus actos, y estos actos influyen no sólo a su vida, sino a la del resto de los individuos porque vive en sociedad.  Lo importante del individuo son sus actos: estos le diferencian de otras personas, e incluso de sí mismo, pues nunca podremos prever que si un hombre ha llevado a cabo determinada acción, esto vuelva a suceder. El hombre se hace, no se nace con una esencia de “hombre”.

   Y precisamente es esta interrelación entre los actos de los individuos lo que hace posible la existencia de una subjetividad que trasciende el ámbito de lo individual.

   Vemos diferencias notables entre los dos autores que nos han servido de apoyo. Sartre y Weil son existencialistas pero Weil cree en el progreso, algo que manifiesta continuamente a través de las líneas de su libro, y habla de grados de libertad -aunque no lo denomine de esta forma- pero describe casos de esto, por ejemplo entre distintos tipos de trabajadores. Sartre no cree en el progreso, pero en sus textos recalca mucho más que Weil que el existencialismo es una filosofía de la acción y  demuestra más optimismo que Weil.

   El individuo, dentro de cualquier sociedad es libre, tiene siempre que decidir aunque sea en contextos con condiciones diferentes. La subjetividad es trascendental porque rebasa el ámbito de cada individuo para llegar al resto.

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